Jordan Peterson, un psicólogo del renacimiento.

El mito del hombre renacentista es en realidad anterior al renacimiento. Era normal que los hombres notables de la antigüedad dominasen varias disciplinas. El saber recopilado era más limitado, por lo que era normal que una persona dominase la aritmética, la retórica, la lógica, jurisprudencia, teología y alguna disciplina artística, además del campo en concreto en el que hiciese una contribución importante que ha llegado hasta nosotros.

Ahora, hay tanta gente estudiando, y tanto conocimiento acumulado, que estamos forzados a la hiperespecializacion. Tenemos que saber mucho de un poquito en concreto, si queremos ganarnos el pan. Todavía me sonrío cuando veo utilizar la credencial de un doctorado como prueba irrefutable del conocimiento global de una disciplina. Más al contrario, un doctor sabe mucho de muy poco. Con un poco de suerte, ha hecho avanzar el conocimiento en ese pedacito en el que se ha centrado durante años, obviando todo lo demás, y por eso le estamos agradecido. Para mí, un doctorado, de partida, solo es una persona tenaz.

Esto que hablaba de la hiperespecialización se ve bien en psicología. Cada licenciado, cada graduado, toca un acorde. Solo uno. Como mucho dos. Especialistas. Los hay que son conductuales, estudian la parte animal en nosotros, básicamente, cómo modificar nuestro comportamiento. Los hay también cognitivo conductuales, una sofisticación de los primeros, que quieren cambiar nuestro comportamiento con nuestros pensamientos. Luego están los psicoanalistas, centrados en el pasado y en como se expresa este en nuestro presente. Los sistémicos, que saben mucho de lo que pasa en la familia y las relaciones de pareja. Los hay que se centran en el aspecto sociológico, muy de moda en la actualidad, esto es, cómo afecta la sociedad en la que vivimos a la salud mental. Otros se centran en el impacto de los traumas. Otros, muchos, en la psicobiología, nuestro cerebro y su química interna. Endorfinas, serotonina, cortisol, y todos esos mejunjes. Otros abordan los grandes cuestiones humanas que ha estudiado la psicología y la literatura, aquello de lo que hablaban Tolstoi o Descartes, y que también afecta a Paco el carnicero. Otros saben mucho de psicología de la personalidad, las características y configuración del motor con el que vinimos al mundo, como mantenerlo en buen estado, y como arreglarlo si se rompe. Otros saben de educación, otros de cómo funcionamos cuando estamos en grupo, sea una secta o en una empresa (a veces es lo mismo). Otros se centran en la teoría de la evolución. Otros de sesgos a la hora de tomar decisiones y la economía. En los últimos años, incluso la psicología se ha hecho budista, y los psicólogos expertos en «mindfulness» aparecen por doquier.

Bien, Jordan Peterson sabe de todo eso, se sabe todos los acordes, y los integra en una sola sinfonía. Es un regalo para los sentidos. Es un orgullo para la disciplina. Es un regalo para todos. Ahora ha sacado un libro, que se llama «Más allá del orden», secuela de su exitoso «12 reglas para la vida». A mí me gustaría que el nuevo libro se hubiera llamado simplemente «Más putas reglas», pero francamente, ya ha hecho bastante por mí como para ponerme pejiguero a estas alturas. Dios te bendiga, amigo.

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