No va a quedar ni Peter

El Principio de Peter es una teoría cómico-sociológica formulada en los setenta por el pedagogo Lawrence J. Peter, que pretende explicar por qué las organizaciones funcionan mal. Yo pienso en ella todos los días, por lo que para mí no tiene nada de cómico. 

Postula que una persona irá avanzando en una organización hasta ser ascendida para hacer algo de lo que es incapaz, y ahí se quedará, gangrenando la organización, siendo ineficiente y causando sufrimiento a todos los que dirige. Se puede explicar de la siguiente forma:  a una persona se le da bien hacer la tarea que le han encargado, y debido a ello, le propondrán hacer otra, de mayor responsabilidad y mejor remunerada, que no tiene mucho que ver con la que estaba llevando a cabo. Si hace bien esa también, con el tiempo, le propondrán hacer otra, de mayor responsabilidad todavía, para la cual no había mostrado aptitud o actitud alguna hasta el momento. Así irá subiendo una escalera de actividades distintas y mejores sueldos, hasta llegar a una actividad que hace mal, y en la que permanecerá el resto de su carrera, lo que esta teoría denomina el nivel máximo de incompetencia

Por ejemplo, imagine que usted trabaja en una hamburguesería, y se le da bien ser empleado. Limpia ferozmente, y es excelente en el trato con los clientes. Entonces, puede que usted promocione a encargado, cosa para la que su ocupación en la empresa hasta ese momento no había demostrado aptitud alguna. Si la suerte quiere que además de hacer bien las tareas que hacía antes, también sea competente en la gestión del personal a pequeña escala, y la asunción de responsabilidades  ante los clientes, sus superiores le ascenderán a gerente, cosa para la que a su vez, no ha demostrado tener experiencia o aptitud alguna. Así que está ahí usted, con los dineros y los pedidos, como un banquero de pacotilla. Si lo hace bien, seguirá ascendiendo, hasta que llegue a la cosa que no sabe hacer bien, y ahí se quedará, haciendo infelices a todas las personas que tenga a su mando. 

Pero creo que este ejemplo no se entiende bien. A ver, voy a intentarlo otra vez. Imagina que eres una joven madrileña licenciada en periodismo. Como estás afiliada al PP desde pequeñita, consigues entrar en el departamento de prensa, donde lo haces tan bien, que consigues ganarte la confianza de la jefaza, que te hace responsable del twitter de su perro. Y a lo mejor era eso lo que se te daba bien. Esa era tu vocación en la vida. Imaginar que pensaría un perro palaciego, al que su dueña da patadas cuando nadie mira, y plasmar sus sentimientos en pequeñas frases de un máximo de 140 caracteres (entonces). Pero la absurda lógica organizacional te fuerza a abandonar tu verdadero vocación, y la otra jefa que hay, que en realidad es menos jefa, y un poco cleptómana, te hace directora de la campaña on-line a las elecciones del 2015. Quizás esa era tu verdadera vocación, jefa de campaña. Pero aplicando el Principio de Peter, en vez de dejarte tranquila haciendo lo que se te da bien, se piensa en ti para candidata a la presidencia en 2019. Y eres tan buena campañeando (nuevo verbo), pronuncias tan bien las palabras y sales tan bien en los carteles, que ganas las elecciones. Así que ahora eres presidenta de una comunidad de 7 millones de habitantes, puesto para que hasta el momento no habías demostrado capacidad alguna. Y efectivamente, lo haces como el culo: has alcanzado tu nivel de incompetencia máxima. Y ahora nosotros vamos a morir. 

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