Crónicas Hipergámicas

Yo siempre he sido nuevas masculinidades, desde la primera erección, a los doce años. O cuando fuese, da igual. Desgraciadamente, ésta se mezcló poco después con una masculinidad tóxica chunguísima, añadida cuando empecé a interesarme por el cine. O sea que por un lado te lo daba, pero por otro te lo quitaba. Intentaba ser Brando, Al Pacino, o De Niro, teniendo la personalidad de Screech. Madre mía las que liaba.

Por eso, cuando más o menos en 2007 me puse las gafas moradas, empecé a flipar. Te hacía un análisis de género de todo. Y antes de que fuera comercial. Los anuncios. Mira los hombres conduciendo los cochazos de alta gama, nunca una mujer. Los carteles de las películas. Mira Matt Damon, en el cartel de Los Ángeles del Destino corriendo delante de la mano de la guapa chica, a la que lidera, él le muestra la dirección a ella, le dirige. Tiene pinta de ser la misma mierda que Bourne. Y ella tiene la mitad de edad que él. O Mission Imposible, urgghh. Qué ascazo. O aquella serie que veía mi hermano con su novia de entonces, que era una basura, la serie, no la novia, en la que un tío “solucionaba” todos los problemas que había. Ray Donovan, o no se qué. Menudo asco. «Eso que ves es masculinidad tóxica de la chunga». Le echaba yo la bronca a él.

Claro, luego me tomé un smint de sandía (¡qué ricos los smint!) ,y me di cuenta de que esos papeles no están ahí porque esos sean los roles intenten imponer sobre las mujeres, que sea lo que de natural les mola a ellos, y disfruten viendo a machotes hacer cosas de machotes. Están ahí, en las pantallas, para el disfrute de todo el público, porque son los hombres que a ellas les gustan. Y cuantas más amigas feministas tengo, y más veo la disonancia entre los hombres que dicen querer, y los que eligen, más me reafirmo en esta creencia. Las mujeres odian a los hombres débiles, y por algún motivo es nuestra culpa. Macho opresor: deja de ser una puta nenaza. El girito.

De ahí esa frase que vengo repitiendo desde hace unos años: el patriarcado, si existe, son ellas. Nosotros no somos ese tío. Y si lo queremos ser, es para que nos quieran. Pero no es nuestro natural. No somos Daniel Craig dando hostias con el smoking. No somos Tom Cruise haciendo caballitos con la moto. No somos Bruce Willis de resaca salvando él solo a la población entera de Los Ángeles. (Dios mío tengo que actualizar mis referencias) (qué más da) (coronavirus make it easy for me).

Todos esos hombres, no son el hombre medio. Esos hombres son, te lo digo yo, más o menos el 7% de los hombres. ¿Por qué sé que son el 7%? Porque es lo que dice el Big Data. Antes del Big Data solo teníamos pequeñas muestras sobre lo que les interesaba a las personas. Nuestro estudios eran científicos, pero no eran muchos. Un dato que desconoce la gente: prácticamente todo el conocimiento acumulado sobre conducta humana ha sido analizando a estudiantes universitarios, a cambio de unas décimas más en la nota final. Ésto llevó hace unos años a la publicación de un artículo científico haciendo una enmienda a la totalidad de la ciencias sociales, al decir que todos los sujetos de análisis son del grupo WEIRD (palabra formada por las primeras letras, en inglés, de Occidental, Educado, Industrializado, Rico, y Democratizado, que aunque se presente como acrónimo, forman esa palabra, que singifica raro). Estudiantes pijos y blancos, vamos. Por tanto no representan a la población mundial, son estudios sesgados, y hay que tirarlos a la basura. Los estudios. A los estudiantes, de momento no.

El caso es que ahora tenemos un número elevadísimo de muestras y de conclusiones automáticas, gracias a las apps, que avalan cientas cosas que la antropología ya sabían desde hace algún tiempo: en Tinder las mujeres solo encuentran aceptables al 7% de los hombres. El resto somos las sobras. El girito, nuevamente, es que a los hombres nos gustan las mujeres siguiendo una distribución normal. Es decir, unas pocas nos parece que están muy bien, otras más nos parece que están bastante bien, y la mayoría nos gustan, siendo simétrico hacia el lado negativo del espectro (unas pocas nos parecen horribles, un mayor número nos parece que no están muy bien, y la curva se va haciendo más alta hasta llegar a la mitad) . Pero a las mujeres, según ellas mismas, el 93% de los hombres son sencillamente intolerables. Ni con un palo. Ni con una palo atado a un palo. Aunque el palo esté desinfectado. Y eso que estar desinfectado is the new sexy (coronavirus, gracias por tanto).

En nombre de todos, os pido perdón. Entiendo que la cosa no vaya bien. Entiendo y la rabia y la frustración. Aunque salga por otro lado. Feliz 8-M a todas. Y un abrazo muy fuerte.

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