Distintas e incompatibles tonalidades de rojo

Desde hace unos años utilizo de forma caprichosa y deliberadamente errónea los términos “anarquismo” y “comunismo” al hablar de relaciones sociales. Digo de forma caprichosa, porque es una forma bastante banal de hablar de hablar de cosas tan importantes. De andar por casa. Errónea, incluso. Es el comunismo de las pequeñas cosas. El anarquismo de los detalles. Una figurita de mazapán de Bakunin, contra el stalincito que todos llevamos dentro.


El enfoque comunista de las relaciones sociales según mi definición es el siguiente: la gente ha de ser buena, leal, honrada, todos debemos de ayudarnos los unos a los otros, y es horrible que la sociedad no aspire a ser así. Fraternal y amable. Bondadosa. Los que no comulgan con esto, son unos hijos de puta. El fin último y supremo de esa visión es el bien, un bien común, y el instrumento para llegar hasta él es el cambio. Por otro lado el enfoque anarquista de las relaciones sociales es el siguiente: deja en paz a la gente, y que cada uno haga lo que quiera, con la única condición de que también me dejen a mí en paz. El valor supremo de esta visión es la libertad, y el instrumento para llegar a él es el respeto más absoluto. Los que no comulgan con esto, son unos pesados. Los dos enfoques están bien, las dos tienen un fundamento teórico consistente, y los dos merecen la pena. Pero son incompabiles.


Las tardo-feministas pasan del anarquismo al comunismo de una manera sorprendente. Realizan un completo análisis de todos los comportamientos del hombre y qué deben hacer éstos, o los gobiernos, para cambiarlos, pero cuando el péndulo de la conversación, que ellas mismas han iniciado, vuelve hacia ellas, zanjan la conversación de forma taxativa, con extrañas aparentes tautologías muy efectistas que proclaman que una sola crítica u opinión sobre ellas, no es más que una prueba más del machismo que denuncian. Es muy extraño, y lo veo practicamente todos los días. Yo no sé si es que nadie se ha dado cuenta de ello. A lo mejor sí que se han dado cuenta, pero les da igual, porque están muy entretenidos con el tema.


O todos hacemos lo que queremos porque esa libertad es nuestro derecho inalienable, o todos somos objeto de crítica exhaustiva ,porque somos parte de un complejo sistema en el que todos somos piezas cuya existencia afecta a los demás. Decidiros, coño. No se puede ir a todo.

Yo en este terreno soy comunista. Estoy dando la turra todo el día a todo el mundo. “Ayudándoles”, incluso, me digo a veces. Me molesta cuando no hacen las cosas que deben de hacer porque creo que hacen que este mundo sea una puta mierda. Me molesta que sean bordes, desconsiderados, o no sean leales. Pero no me gusta mucho ser así la verdad. Es agotador. A lo mejor me paso al otro bando.

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