El capitalismo me robó la virginidad*.

El problema del comunismo, es que presupone que somos mejores personas de lo que realmente somos. Es decir, el problema del comunismo no es el comunismo. Somos nosotros.

Y no es que seamos un desastre. Simplemente, tenemos nuestras particularidades, y éstas no pueden ser obviadas. Una de ellas, es que necesitamos motivación para alcanzar nuestro máximo potencial, y la competición cruel y salvaje del sistema es ideal para ello, aunque muchos nos sintamos superados y desbordados en él. No solo somos cerebro y corazón. Necesitamos ese extra para avanzar que provoca la necesidad. Ese puntito.

En este sentido, una de las narrativas del 15M que ha quedado más descuidada, es la del decrecimiento. El economista Carlos Taibo y otros teóricos hablaron en profundidad sobre este tema. El olvido en el que ha caído, revela la hipocresía de todas esas revolucionarias con mechas californianas, y de todos esos antisistema con los huevos depilados. Nadie está dispuesto a ceder nada. Ni un solo centímetro. Solo quieren más de lo que tienen ahora.

Esto es irreal. Porque el ecologismo, el anticapitalismo y las políticas sociales, son válidas mientras se acepte el compromiso de llevar una vida más sencilla y sacrificada, no tan cómoda, con menos y peores objetos, y sí, con peores «experiencias». Pero nadie quiere tener menos de lo mejor que puedan tener. Por muchas injusticias que tuiteen, quieren vivr en el centro, irse de vacaciones a las islas griegas, quedándoles la suficiente pasta a final de mes como para poder ir al psicólogo a quejarse de que, aún así, son tremendamente infelices. Porque en el fondo, y esta es la ironía, es cierto: la felicidad, si existe, no parece encontrarse en los placeres banales que ofrece el neoliberalismo.

*El título hace referencia a una canción del grupo sueco International Noise Conspiracy.

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