El Glorioso 28 de Diciembre

Sí Dios no existe, solo somos un objetos cuya química nos hace alucinar que somos alguien en concreto. Estamos alucinando que somos nosotros mismos cuando en realidad no somos nada. Seríamos una masa in-amimada. Sin anima. Sin alma. No hay otra opción. O Dios existe y nos creó con alma, con esencia, o la conciencia es una alucinación producto de una reacción química desafortunada. No hay una tercera vía. Y desafío a cualquiera a que me la muestre.

Es decir, sí Dios no existe, nosotros tampoco. Creo que no deberíamos de pensar en otra cosa. Sí pudiéramos resolver esta cuestión, tendríamos mucho más fácil lo del cambio climático. A lo mejor no hay nada de lo que preocuparse. Porque, al fin y al cabo, nadie va a morir. Nada va a morir. Es solo energía transformándose. Alguno puede no creer en Dios, pero nadie dudar del Principio de Convervación de la Energía. La puta segunda Ley de Newton, colega.

Porque la existencia de nuestra conciencia es la que otorga categorías y jerarquías a las cosas. Ser vivo u objeto. Vertebrado o invertebrado. Orgánico, inorgánico. Unicelular, pluricelular. Pero todas estas mierdas están solo en nuestra mente. A nivel real todo está igual de vivo. Todos son átomos vibrando de vida. Electrones girando a toda hostia. Y todas las demás partículas subatómicas que estamos descubriendo, y que van estar ahí ajenas a nosotros, funcionando perfectamente, descubramos sus propiedades o no. ¿Te imaginas que se altersasen los quarks si se enterasen de que tenemos modelos matemáticos precisos para explicar su compartimiento? ¿Te les imaginas diciendo, «nos han pillado, lo dejamos, que les follen».? Y todo el universo desaparece de golpe. No, el universo es independiente a que haya una conciencia que lo aprecie. Y si esa conciencia no es más que una alucinación química producida por el propio universo, más irrelevante se vuelve el tema aún.

Pero no todo son malas noticias. Sí ahora mismo no soy más que unos líquidos y jugos que me hacen alucinar que yo soy alguien concreto, entonces, yo no existo. Tú no existes. La Abogacía del Estado no existe. Jordi Turull no existe. Nada existe. Podemos bajar al bar a beber tranquilos.

O a lo mejor Dios existe. Y nuestras acciones tienen consecuencias. No sé qué prefiero.

Bueno, sí lo sé. Soy un cobardica, prefiero que todo esto no sea nada en realidad. Prefiero que todo sea una broma sin consecuencias, como esas que me gusta gastar a mí el 28 de Diciembre. Me gusta asustar a una persona, decirle, algo plausiblemente malo. Pero no muy cruel. Hoy en día, en internet, la gente hace cosas horribles y peligrosas. Lo llaman bromas, y no están bien. Son de mal gusto, y solo para conseguir atención sobre ellos mismos bajo la coartada de «pasarlo bien». Son putos psicópatas.

Yo hablo de algo que diga leve. Algo que diga , «¿ves?, te he engañado, por un segundo has pensado que la situación era terrible, y en realidad no lo es. Y nos hemos echado unas pequeñas risas. Y no te has deshecho una montaña de átomos, ni ha habito un golpe de Estado, ni ha colapsado el precio del barril Brent.»

Asustar a mi jefa y hacerle creer que nadie ha ido a trabajar, y que justo cuando va a empezae una frenética cadena de llamadas con el ritmo cardíaco alterado, se de cuenta de que es 28 de Diciembre y diga, «pero qué hijo de puta». Es como un regalo que le hago. La vida parecía horrible durante unos segundos, y luego no. ¿A que te sientes aliviada?¿No es maravilloso? ¿No podría ser siempre así? ¿Todo, una broma?

En el fondo eso me gustaría que me dijese Dios algún día. Que todo era broma. Qué la vida se acabase y estuviésemos de tranquis, mirando partes de mi vida en un iPad o algo, esas en las que yo lo estaba pasando tan mal que me sentía como si estuviera saltando sobre las hélices de una trituradora de carne. Y entonces, con la Seguridad Absoluta y Última de estar junto a Él, poder sonreír y pensar «como es posible que pensase que toda esta mierda era para tanto».

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