Memento mori, memento moro.

¿Tienes algo mejor que hacer que ser musulmán? Las tías son un rollo. Trabajo no hay. Beber te sienta mal. Las drogas dan esquizofrenia. El chopped no es gran cosa. Ver la tele es casi lo más divertido que hay para hacer, y no es pecado. Salvo que salga Lenha Dunham.


La religión por lo menos es un plan ambicioso. Algo estructurado. Ayer me tocó en sala con un nuevo compañero, un pakistaní cincuentón, muy distinguido y muy guapo, con un jersey de Máximo Dutti. Lo sé porque le compré uno igual a mí padre por reyes (son caros). Supongo que entre eso y el aire moruno tenía ganas de darle un abrazo nada más conocerle.


Como todos los musulmanes, lo primero que me preguntó es que si yo era musulmán. Le dije que un poco, cosa que le satisfizo. Luego me preguntó si yo practicaba, le dije que no. Luego me preguntó si mi padre practicaba, y yo pensé, man, this is going too far. Pero le veía ahí a su bola, andando por la sala con su jersey con coderas, con sus movidas religiosas y me daba paz. Porque me di cuenta de que en el fondo se la sudaba lo que yo le dijese, porque él ya tiene su movida. Y me dió envidia.


No sé, cuando en el fondo deseas que llegue el coronavirus y haya cuarentena, es que las cosas no van bien. Y cada vez que hago este comentario, el de la cuarentena, a modo de broma, y lo he hecho como 70 veces en las últimas 48 horas, todo el mundo parece seguirlo con un extraño brillo en los ojos. Creo que en el fondo ellos también lo desean. Todo el mundo está cansado. Todo el mundo quiere encerrarse en casa y no salir, hasta que algo les mate.


¿Por qué se considera entonces que la religión es de tontos? ¿Es que a todo el mundo le va tan bien? ¿Quién es el tonto realmente? No contestes. Sé lo que vas a decir. Que el tonto soy yo. Ya lo sé. Pero por lo menos no soy un infiel hijo de puta.

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